Tuesday, October 11, 2005
CAMPANIL DE LA UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN
Me parece recordar que todo comenzó con el libro “Cómo iniciar un hobby” que mi padre me regaló cuando yo tenía unos diez años. Allí se gestaron las semillas de mis intereses en la fotografía, la radio y la química. Poco después, aquel obsequio fue complementado con una cámara de “cajón”, de marca Ansco, cuyo aroma interno, siempre reminiscente del bromuro de las películas, todavía creo recordar. El descubrimiento de esta ciencia-arte también me fue facilitado por don Mario Figari, uno de los propietarios del Estudio Zeiss de Talca, al que concurría, en un comienzo, mas bien atraído por los carretes de película vacíos, con los cuales construía fácilmente trencitos de madera y otros móviles. La incipiente pasión, que ya rendía frutos, llevó a mi padre a cederme su Zeiss Ikon de fuelle, que aún añoro y, un par de años después, a regalarme mi primera máquina de 35 mm, una Aires, japonesa, con la cual fotografié a gran parte de mis compañeros de liceo y de universidad, y también a casi todas las mujeres cuya belleza me impresionaba en aquella época. Desde entonces han sido miles los instantes de la realidad que han sido congelados por el mágico “click” de mis cámaras fotográficas, mecánicas extensiones de mis ojos y de mi mente, que siempre están en la búsqueda, la identificación y la captura de la escasa, elusiva y efímera belleza... ¡de la belleza! de esa misteriosa manifestación de la sublime armonía, subyacente en todos los rincones del universo y que tiene el poder de conmocionar placenteramente nuestras mentes.
Sin duda que el desarrollo de esta afición artística es una faceta complementaria de mi personal búsqueda de los significados de nuestra realidad y de las existencias propia y humana, búsqueda que también intento a través de la filosofía, la ciencia y la tecnología, en un consciente propósito de “apropiarme del mundo” y de comunicar a otros el placer que su encuentro con ellos me ha generado.
Estoy seguro que las imágenes que hoy les invito a contemplar les provocarán placer visual, en una réplica de aquel que yo mismo experimenté al descubrirlas y capturarlas; espero que ellas sean, si no un incentivo para tomar fotografías, al menos para no dejar pasar la oportunidad, gratuita, de observar el mundo y gratificarse con la belleza que él, algo criptográficamente a veces, siempre nos ofrece, en un atisbo de aquello que debió ser lo usual en el Edén.